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COMPRENSIÓN DEL EVANGELIO
   Del santo Evangelio según san Juan
(Jn 13, 31-33. 34-35)
Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que uste- des son mis discípulos”.
       COMENTARIO Por P. ÓSCAR ARIAS
el Evangelio, ya estoy cumpliendo tu man- dato de dejar todo y seguirte, ¡cómo te atreves a pedirme todavía más, “¡algo nuevo!”.
¡Pues sí!, algo nuevo tiene que ser nues- tra respuesta a Dios. Para mí, en el sacer- docio; para ti, estimado lector, en tu vida matrimonial, en el ejercicio de tu mater- nidad o paternidad, en los estudios si eres más joven o en la alegría de ser niño.
Hablo por lo que respecta a mí: creo que tenemos que traducir el mandato de Jesús en actitudes nuevas, frescas, que renueven nuestra vida y vocación, nuestra manera de hacer las cosas o de resolver siempre los problemas con la misma téc- nica. Jesús necesita de nosotros esa per- sona nueva, ese nuevo ministerio que no sea aburrido como quien deja de ser apa- sionado con su pareja, esa nueva manera de estudiar, dejando el celular a un lado, esa nueva manera de disfrutar la vida y de vivirla. No una novedad que destruye lo anterior o echa por la borda todo lo construido, sino aquella novedad que le da un Espíritu renovado a lo que ya te- nemos, hacemos o a lo que nos dedica- mos. Esa novedad sólo podrá ser fruto del Espíritu Santificador, por eso preparando ya Pentecostés, vamos diciendo: “Ven Es- píritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Señor tu Espíritu y renovarás la faz de la tierra”.
Por eso, cuando era pequeño y alguien estrenaba algo, lo mostraba, lo presumía y se daba “el remojo”. Que Dios nos con- ceda estrenar un nuevo corazón en este tiempo pascual, que sean estas últimas semanas de pascua el “remojo” de una nueva vida en Cristo.
        “El remojo...”
No te vengarás y no guar- darás rencor contra los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como
a tí mismo”, dice el libro del Levítico (19,18) constituyendo una parte ya antigua y pro- pia del contenido de la ley que regía el pueblo de Israel.
El amor a Dios, para el pueblo de Israel consistía en la conciencia de saberse pue- blo de Su propiedad, perteneciente al Dios del desierto que los había liberado de las manos de sus enemigos, que los habría protegido en las batallas y estaría con ellos, siempre y cuando guardaran, conocieran y cumplieran sus mandamientos.
Entolen kainen = mandamiento nuevo, un mandamiento con un adjetivo de cua- lidad, más que de cantidad, es decir, que se convierte en un algo nuevo (kainós), no porque no existiera y viene a formar parte de la complicada lista que ya tenían de leyes, de mandamientos; sino que es un precepto ya existente, pero que re- quiere ser llevado a nuevas estratificacio- nes, nuevas dimensiones. Ya el amar al prójimo era algo conocido por todos, ama a los de tu pueblo, a tu familia y odia a tus enemigos, pero adquiere este tipo de necesaria novedad cualitativa, porque el amor se había reducido tan sólo a aquellos
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que son de nuestra raza, de nuestro grupo o, como diríamos actualmente, a quienes “nos caen bien”. Pero para aquellos que nos procuran el mal, que nos son indife- rentes o, incluso, que nos han causado algún mal, pidamos que llueva fuego del cielo y que los extermine.
A esos extremos de mal entender la ley de Moisés se había llegado, es por eso que Jesús, como herencia, poco antes de su ascensión a los cielos, deja este legado a sus discípulos: que se amen, no como estaban acostumbrados a hacerlo o como venían llevando ésta práctica, sino que Jesús inaugura un nuevo mandamiento: “ámense los unos a los otros...” (ya exis- tente), pero con una nueva especificación, “como yo los he amado” (verso 34).
Ya para este punto de la reflexión, aña- do que el pasado viernes cumplí 22 años de sacerdote, y yo mismo reflexionaba cómo va el ministerio. Creo que me he acostumbrado a realizar mi labor: a cele- brar la Misa, a atender a las personas que requieren algún Sacramento, a procurar organizar la caridad en el lugar donde me encuentro y sirvo. Qué atinado Evangelio dominical que, después de dos décadas de realizar este servicio a la Iglesia, viene Jesús a decirnos: - te encargo algo “nuevo”, - ¿algo nuevo? Pero, si ya di mi vida por
  20 15 de mayo de 2022 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx














































































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