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  LA VOZ DEL OBISPO
Por Mons. Héctor Mario Pérez
   Arzobispo de la Arquidiócesis Primada de México
¡VEN ESPÍRITU SANTO Y GUÍANOS!
Celebrar esta fiesta es renovar nuestro compromiso por vivir la Nueva Vida en Cristo.
sembró y el Espíritu Santo ha hecho crecer. La Iglesia y el Reino de Dios no pueden crecer sin nosotros. Esta sema- na te invito a dejarte guiar por el Espíri- tu Santo, invócalo cada mañana, pide sus siete dones y conviértete en instru- mento de su Amor.
¡Ven Espíritu de Dios y guíanos!
L a venida del Espíritu Santo significó la constitución del Nuevo Pueblo de Dios; la ins- tauración de la Nueva Vida que Cristo había hecho brotar con su Muer- te y Resurrección; y el inicio de la tarea misionera que llevaría a los primeros Após- toles a expandir este nuevo Reino de Cristo por todo el mundo. El Espíritu Santo, fuerza, luz, sabiduría y amor de Dios se manifestó
y “todo lo hizo nuevo”.
Esta experiencia no fue solo una ex-
periencia pasajera, o la revelación de al- guna verdad desconocida; por esta experiencia las vidas de los discípulos se vieron transformadas profundamente. Tan es así, que los mismos hombres te- merosos que se escondían de los judíos, salen a las calles a proclamar la Buena Nueva; y el mismo Pedro que temeroso ante una anciana había negado al Señor, después lo proclama victorioso frente al mismo Sanedrín que lo amenazaba de muerte. ¿Qué sucedió en estos hom- bres? Fueron transformados por el Espí- ritu prometido por Jesús.
Al ver este testimonio los invito a pre- guntarse: ¿Cómo vivir hoy esta fiesta de Pentecostés? No se trata de querer vivir los mismos signos externos descritos por la Sagrada Escritura, pero sí es nece- sario renovarnos en nuestro compromi- so por continuar construyendo ese Nuevo Pueblo de Dios que el Espíritu impulsó y los discípulos comenzaron a vivir hace dos mil años. Celebrar esta fiesta es renovar nuestro compromiso por vivir la Nueva Vida en Cristo; y reno- var nuestro esfuerzo por proclamar la Buena Nueva que Cristo puso en nues- tras manos.
¿Qué hemos hecho con este regalo que Cristo nos envió? ¿Nos hemos deja- do inspirar por el Espíritu? ¿Hemos per- mitido a Dios mover nuestro corazón? ¿O nos basta nuestra oración que tran- quiliza nuestro corazón pero no lo mue- ve a cambiar?
Si aceptamos que nuestras familias son el núcleo de nuestra Iglesia; que ca- da familia es un reflejo de los que toda nuestra Iglesia; tendríamos que empe- zar por hacer un buen examen de con- ciencia en familia: ¿cómo hemos dejado actuar al Espíritu Santo en nuestras re- laciones, en nuestras actitudes hacia los hijos, los padres o los demás? ¿Nos he- mos esforzado por hacer presente a Dios en nuestro hogar dedicándole un espacio para orar juntos? ¿Esta presen- cia de Dios se percibe en la manera en que vivimos?
Nuestra familia es el núcleo de la so- ciedad, por eso, al fortalecer nuestras re- laciones en ella, fortalecemos el tejido social y mejoramos las relaciones entre todos.
Debemos recordar que quien cons- truye la Iglesia es el Espíritu Santo, pero sin nuestra cooperación su acción se ve debilitada. Por lo tanto, podríamos decir que nosotros somos “co-constructores” de este gran Reino que Cristo vino a ha- cer realidad. ¿Cómo vivimos nuestro compromiso con los más necesitados, con la predicación de la Palabra, con la instauración del Reino de Dios en nues- tros ambientes?
Seamos constructores activos y efec- tivos de este gran proyecto de Dios que es su Reino; no seamos piedra de tro- piezo para esta gran obra que Cristo
  2 23 de mayo de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx

















































































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