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 CULTURA/EN ALIA
EN CAMINO Por JAIME SEPTIÉN*
Si ella es mi madre...
S e ha repetido muchas veces que el mensaje de María de Guada- lupe se resume en esas palabras consoladoras a Juan Diego cuan- do éste se encontraba atribulado por la enfermedad del tío Juan Bernardino: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?” Palabras bellísimas, pero que, sacadas del contexto relacional, eluden la responsabilidad de ser
hijos.
Pongamos el caso de México: una nación
“cien por ciento guadalupana” con un pro- medio de cien asesinatos dolosos por día (diez de ellos de mujeres, por su sola con- dición de mujeres). Una nación que tiene por madrecita a la virgencita de Guadalupe, pero que se conforma con el “¿qué tanto es tantito?” de la corrupción. Cuando la Virgen le dice a Juan Diego que ella es su madre, se lo dice como argumento para que le lleve su mensaje al obispo Zumárraga y le construyan una casita de oración. ¿Y qué pasa con Juan Diego? Dos cosas: confía en ella (“Tu tío ya sanó”) y la obedece. Asu- me, pues, su condición de hijo, lo que mu- chos “guadalupanos” olvidamos.
La consecuencia del “¿no estoy yo aquí que soy tu madre?” debe ser la obediencia. Ella quiere “salud” para su pueblo, que vi- vamos unidos, que nos respetemos, que seamos hijos de su Hijo. Y la mayor parte de los “guadalupanos” ni por asomo nos damos cuenta de ello. Ah, pero eso sí, “sus mañanitas” no le faltarán cada 12 de diciembre.
Periodista y director del periódico católico El Observador de la actualidad.
            NZA CON
BREVE ESBOZO DEL AUTOR DEL NICAN MOPOHUA Antonio Valeriano,
el historiador indígena
 Por El Observador / Redacción @observacatholic
Antonio Valeriano, el “princi- pal y más sabio” de los alumnos indígenas que es- tudiaron en el Imperial Co- legio de Santa Cruz de Tlatelolco (del cual fue después maestro), nació, pro- bablemente, en Azcapotzalco, hacia el año de 1522, y murió ahí mismo en 1605. Fue un sabio noble y letrado nahua, gobernante de la parcialidad indígena de México-Tenochtitlan.
El rector de la Real y Pontificia Uni- versidad de México, el doctor Francisco Cervantes de Salazar, dice en uno de sus célebres Diálogos Latinos (1554) que Valeriano “es un maestro que en modo alguno es inferior a nuestros maestros, muy sabio en el cumplimiento de la ley cristiana, y muy entregado a cuanto concierne a la elocuencia”.
Dominaba a la perfección el náhuatl, el latín y el español, por lo que fue de gran ayuda para que Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) completara su
Historia General de las Cosas de Nueva España. También fue informante y co- laborador de fray Andrés de Olmos y enseñó el náhuatl a Fray Juan de Tor- quemada para que este escribiera su monumental Monarquía Indiana.
AUTOR DEL LIBRO
FUNDACIONAL DE MÉXICO
Varias fuentes y el minucioso trabajo de historiadores modernos, así como el testimonio directo del sabio novohis- pano Carlos de Sigüenza y Góngora, atribuyen, con certeza histórica y filo- lógica, la autoría del Nican Mopohua a Valeriano, quien fue enterrado en el convento de San Francisco (en la Capilla de San José) de la Ciudad de México, en el mismo sitio que Fray Bernardino de Sahagún y tantos otros misioneros fran- ciscanos que dejaron su vida en la evan- gelización de México.
Miguel León-Portilla escribió: Las obras de su creación personal, entre ellas de modo muy especial el Nican Mopo- hua, son, como lo dejó dicho Horacio (al que sin duda él leyó): “monumento más duradero que el bronce”
       12 12 de diciembre de 2021
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 Foto: Para todo México
 









































































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