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 domingo 21 de noviembre de 2021
L’OSSERVATORE ROMANO página 7
 Como agradecimiento por los fármacos donados al orfanato
Los niños de Brazzaville escriben a Francisco
Los niños y las monjas del orfanato Foyer Nazareth, en la periferia de Brazzaville, capital en la República del Congo, seguramente no tienen una lejana idea de quié- nes pueden ser Giorgio La Pira y los pobres de la “repú- blica” florentina de San Procolo. Sin embargo los niños congoleños y los pobres florentinos tienen un estilo co- mún: toman papel (basta con un folio a cuadros, de los que se usan en el colegio, no hace falta un pergamino) y bolígrafo (es suficiente con el “bic”, no hace falta una estilográfica elegante) y escriben al Papa.
Como si fuera la cosa más normal del mundo. Y, en el fondo, lo es. Desde 1934 en Florencia los pobres se reúnen para la misa dominical, para recibir comida y al- gunas medicinas, y después a menudo escriben al Pa- pa.
Relanzando esa “república de los pequeños” que, en la santidad creativa de La Pira, debía tener “relaciones diplomáticas” con la Santa Sede y “la providencia como cajera”.
En la periferia de Brazzaville han hecho lo mismo: el or- fanato Foyer Nazareth no logra tener las medicinas (es- pecialmente los fármacos para la drepanocitosis, enfer- medad genética de la sangre) y además encontrarlos allí tiene costes altísimos. Por eso pidieron ayuda al Papa Francisco. A través del cardenal limosnero Konrad Krajewski y la nunciatura apostólica, a inicios del mes de octubre los fármacos fueron entregados puntual- mente a la responsable del orfanato, sor Elise Vouako- uanitou, 63 años (les cumple dentro de dos meses), con- goleña de Pointe-Noire. Y el pasado 3 de octubre la re- ligiosa y los niños tomaron otra hoja a cuadros y escri- bieron al Papa para decirle “gracias”.
«A través de este gesto» del don de las medicinas — se lee en la carta a Francisco — «nosotros entendemos que el título de su última encíclica no está hecho de palabras vanas, sino que es su agenda de trabajo y de misión que usted ha aceptado en nombre de Cristo para la Iglesia.
Sí, nosotros afirmamos que somos Hermanos todos. Esta afirmación nos impulsa a ver siempre el rostro de Dios en nuestro prójimo».
Todos los niños han firmado, todos.
Hay quien ha escrito el propio nombre completo y quien, quizás más inseguro, solo la letra inicial. Precisa- mente como los pobres de Florencia.
Pero, quizá, también esto es “sínodo”, es decir cami- nar juntos incluso sin conocerse, incluso a miles de kiló- metros de distancia.
A la asociación Lazare
La riqueza de ser pequeños
Publicamos las palabras que el Papa pronunció improvisando durante la audiencia a la asociación francesa La- zare –que tuvo lugar en la mañana del sábado 28 de agosto, en el Aula Pablo VI– después de haber escuchado los tes- timonios de algunos presentes.
Yo había escrito un discurso pa- ra decirles, así que se los voy a dar por escrito porque quiero hablar de lo que salió aquí.
Me quedo con la última ima- gen, la puerta. Esta experiencia de la puerta abierta, la puerta cerrada, el temor de que no me abran la puerta, el temor de que me cierren la puerta en la cara... Esta experiencia que acabamos de escuchar de uno de ustedes, es la experiencia de cada uno de nosotros si miramos dentro.
Y yo pregunto, ¿cuál es mi rela- ción con la puerta?
Algunos piensan que la puerta es posesión suya y le ponen un candado y la cierran para ellos. Otros tienen miedo de golpear una puerta.
Es ese miedo que tenemos de saber si seremos recibidos y aceptados. Otros quieren entrar pero le tienen miedo a la puerta y tratan de entrar por la venta- na.
Y así podemos imaginar tan- tas situaciones y preguntarme, yo con la puerta ¿qué relación tengo?
La puerta es D ios, entonces mi relación con la puerta ¿cuál es? Me apropio la puerta para mí y no dejo entrar a nadie, o tengo miedo de golpear la puerta o es- pero sin golpear que alguno me la abra. Cada uno de nosotros tiene actitudes diversas con D ios, que es la puerta.
A veces en la vida hay que tener la humildad de golpear la puer- ta. A veces hay que tener el co- raje de no tenerle miedo a quién
me va abrir la puerta, que es D ios.
Y una vez que yo entro, hay que tener la grandeza de no cerrar la puerta a mis espaldas sino abrir- la para que entren otros y eso es lo que hace “Lázaro”, abrir puertas. Y es lo que yo quiero agradecerles hoy, este testimo- nio no solo de “porteros”, por- que ustedes no cuidan las puer- tas, no son “porteros”; sino hombres y mujeres que, porque les abrieron la puerta una vez a cada uno de ustedes, sienten la necesidad de abrírsela a otros. La puerta es Dios que se nos abre, la puerta es nuestro cora- zón... está abierto, está custo- diado... Es todo un trabajo de pensar pero que ustedes lo sa- ben hacer. Yo les agradezco a cada uno de ustedes el testimo- nio que dan, y sigan adelante. “Lázaro” es una cosa pequeñita, poca gente, pocos lugares, fren- te a tanta necesidad.
Pero Jesús dijo una cosa una vez: que la levadura también era una cosa pequeñita y que era capaz de multiplicar, que la semilla era una cosa pequeñita y que era capaz de hacer crecer un árbol grande.
Lo peor que le puede pasar a “Lázaro” es olvidarse de que es pequeñito, porque si se pone grande en el corazón por el po- der, por la soberbia, por la com- placencia, el árbol no va a crecer y la masa no se va a expandir. La riqueza de ustedes no está en el banco, la riqueza de ustedes es ser pequeños, y sigan así.
Y recen por la Iglesia, para que aprenda, nuestra Santa Madre la Iglesia, nosotros hombres y mujeres de Iglesia, a abrir siem- pre la puerta y a tener el oído atento a quien golpea la puerta a veces débilmente. Muchas gracias.






































































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