Page 16 - Impreso
P. 16

 / OPINIÓN
LETRAS MINÚSCULAS
Por JUAN JESÚS PRIEGO
Sacerdote, periodista y escritor de la Arquidócesis de San Luis Potosí.
(1888-1948), el escritor francés, reafirman esta misma idea. Dice uno de los perso- najes de Diálogos de carmelitas, la última obra salida de su pluma: «Los santos no se endurecían ante la tentación, no se re- belaban contra sí mismos: la rebelión es siempre obra del demonio. Y, sobre todo, no os despreciéis nunca. Es extremada- mente difícil despreciarse sin ofender a Dios en nosotros. Aun en este punto de- bemos guardarnos bien de tomar a la letra ciertas palabras de los santos; el desprecio de usted misma la llevaría pronto a la desesperación».
¿No se ha dicho que hay que ser pa- cientes con los demás? Bien, pues también con nosotros mismos es necesario serlo.
Una vez conocí a un muchacho noble y bueno que, en los momentos de deses- peración, se abofeteaba a sí mismo y se jalaba de los cabellos con una violencia que causaba espanto. Le pregunté:
-¿Le pegarías así a tu mejor amigo? -No –me dijo- A él no.
-¿Y a un enemigo?
-Tampoco. No soy tan malo.
-Y lo que no harías con un amigo, y ni siquiera con un enemigo, ¿te atreves a ha- cerlo contigo? Con todos eres bueno, pero contigo eres malo, y eso no es virtud.
En La alegría –otra de sus obras-, Ber- nanos vuelve al mismo asunto: «Oh –dice uno de los personajes-, yo no desprecio a nadie, haga lo que haga, y ni siquiera podría despreciarme a mí misma. El desprecio es el veneno de la tristeza. Por más infeliz que pueda llegar a ser, nunca encontrará lugar en mí. No me da usted miedo, señor La Perouse, ni usted ni los otros. Durante mucho tiempo temí el mal, pero no como se debe: le tenía horror. Ahora sé que uno no se debe horrorizar por nada».
Un famoso autor de obras espirituales de principios de siglo, el padre Faber, re- sumía con estas sencillas palabras el se- creto la vida espiritual: «La alegría es lo que más honra al Creador, porque demues- tra que estamos contentos con El».
Pero, ¿cómo podremos estar contentos con Dios si estamos eternamente descon- tentos con nosotros mismos? ¿Me lo podría usted decir?
           el desprecio de sí
@desdelafemx
aprecio de sí como una de las virtudes más necesarias e importantes: «La raíz de la desesperación –dice, por ejemplo, Sören Kierkegaard (1813-1855), el filósofo danés- está en el no querer aceptarse de las manos de Dios; cuando los hombres prefieren ser como los otros en vez de ser ellos mismos, cometen un pecado de lesa majestad con- tra el Señor».
Por su parte, Romano Guardini (1885- 1968) escribe así en La aceptación de sí mismo, un opúsculo que sería necesario leer por lo menos una vez en la vida: «No puedo evadirme de lo malo que hay en mí: malas disposiciones, costumbres con- solidadas, culpa acumulada. Debo aceptarlo y hacer frente a ello -así soy, esto he he- cho-, y no con rebeldía: eso no es acepta- ción, sino endurecimiento... La suprema forma de evasión es el suicidio. No es ocioso hablar de él, pues cada vez se con- vierte más en uno de los grandes peligros de nuestra época. Mengua la fidelidad: también y precisamente como fidelidad al propio ser. La sensación de que ser yo sea un deber se debilita cada vez más, porque desaparece la conciencia de estar dado a sí mismo. Y como los modos de quitarse la vida se hacen más sencillos, el suicidio se vuelve cada vez más fácil y banal».
Cuando el gran poeta español José María Pemán (1897-1981) adaptó para el teatro El abogado del diablo, la novela de Morris West (1916-1999), introdujo en la pieza este pequeño diálogo entre el padre Anselmo y monseñor Meredith, el investigador de la causa de Giacomo Nerone:
«Padre Anselmo: Me odio a mí mismo.
»Monseñor Meredith: Eso es mayor pe- cado que todo».
Dos textos de Georges Bernanos
D
e creer a los maestros espi- rituales, el primer estadio que hay que recorrer para subir a la empinada monta-
ña de la fe es la aceptación de uno mismo. ¡Cómo! ¿No es esto exagerado? De ningún modo, y los maestros explican por que: difícilmente una persona que se resista a ver con gratitud su propia vida, verá con gratitud al mundo, a los demás e incluso a Dios. El que se rechaza a sí mismo está a un paso de rechazarlo todo: es un nihilista práctico que tarde o temprano acabará cayendo en un pecado terrible –acaso en el peor de todos- llamado desesperación. «¿Por qué me creó Dios de tal manera?», se pregunta éste lleno de rabia. Y continúa, indignado: «A decir verdad, pudo haberme hecho diferente: más atractivo, con otra nariz, con otro color de piel: en fin, un poco menos despreciable. Pero como me odia»... ¡Llega a hablar en sus monólogos interiores hasta de odio de Dios, lo cual, por supuesto, ya es demasiado!
Un amigo que no se resignaba a su ya nada discreta calvicie me dijo un día: «Mire usted a aquel muchacho de pelo ondulado que va allá. ¡Hasta trenzas se hace el muy cretino! ¡Con lo que le quiten a ése en su próxima ida a la peluquería, yo sería más que feliz! ¿Y me dice usted que Dios no quiere que haya ricos y pobres en este mundo, cuando Él mismo da a unos mucho y a otros poco?». Y agregó: «Si en nuestras cabezas hay tantas diferencias, ¿cómo no va a haberlas en la sociedad?».
Su argumento –debo confesarlo- era ingenioso y difícil de rebatir. Pero por ahora no se trata de eso, sino del odio que este hombre se tenía a sí mismo a causa de su poco pelo.
Para evitar semejantes caídas, los maes- tros espirituales aconsejan ante todo el
 16 21 de noviembre de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx






































































   14   15   16   17   18