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  ANGELUS DOMINICAL Por P. EDUARDO LOZANO
OPINIÓN / [email protected]
le agradecí a Dios con todo el corazón por su testimonio generoso y noble, sin aspa- vientos y siempre con un sentido muy humano y cálido, muy cercano y discreto; para la ofrenda del 2 de noviembre le pon- dré una coca y un gansito, y en lugar de cigarros, mejor un poco de incienso (!!!)... LA PALABRA “COLON” es polivalente: sin acento puede evocar la última parte del intestino grueso, con acento puede referirse a una fila muy, pero muy larga o a la mo- neda de Costa Rica; también hace referen- cia al apellido castellanizado del genovés Cristóforo, que en latín firmaba “Columbus”, y que parecería el masculino latino de columba (paloma); derivado del gran na- vegante y cartógrafo, tienen su nombre Colombia, Columbia y Columbus... HACE UNOS DÍAS una personita cuyo nombre prefiero ignorar habló de la “descoloniza- ción” de la historia y yo estoy hecho bolas: ¿quitaremos las colonias en que se dividen nuestras ciudades?, ¿quitaremos tres siglos coloniales de la historia nacional que tanto nos ufanamos?, ¿acabaremos con las co- lonias de diversos seres vivos que se agru- pan de por sí?, ¿le quitaremos a Cristóforo Colombo lo que vivió e hizo en su tiempo y su lugar?, ¿se acabarán por fin los colones para las tortillas, para los trámites oficiales, para ponerse la vacuna?, ¿le diremos a Costa Rica que le cambiamos sus colones por nuestros pesitos?, ¡vaya, ocurrencias!...
         CORRE Y VUELA por los todos los rumbos y más allá de nuestro horizonte la máxima que reza: “Somos dueños de nuestro si- lencio y esclavos de nuestras palabras”; no me pregunten quién me dio permiso para meter al laboratorio automotriz tal sen- tencia para un análisis experiencial, y nun- ca mejor utilizada la palabra “automotriz”, que en directo indica la máquina que se mueve por sí misma y aplicada a tal labo- ratorio pues habla de que a nadie le pedí autorización para esculcarla y ver su al- cance y sus defectos... GRATA SORPRESA me llevé luego de exprimirla, voltearla al revés, restregarla con jabón, tres hervores en agua corriente, dos noches de sereno fino y luego una planchadita para que diera el resultado siguiente: “Somos más y me- jores dueños de nuestras bellas palabras y pésimos esclavos de nuestros torpes e inútiles silencios”... DE LAS DOS FRASES ya dichas no se concluye que cuando habla- mos de “fraternidad universal” o de “amor al prójimo” sin saber realmente a qué nos referimos y sin respaldar tales palabras con el testimonio claro y la experiencia real, pues -¡la verdad!- no pasamos del plano meroliquero y del boato estentóreo; pero lo que quiero subrayar es que siempre hemos de ser tan cuidadosos con lo que se habla como de lo que se calla... ASISTÍ AL INICIO –formal y solemne- del curso escolar que ya corre en el Seminario de San José (en la diócesis de Xochimilco) y aunque a ojos profanos no pasaría de ser una actividad más entre miles, yo me llené de esperanza y consuelo al ver cómo se concretan los esfuerzos, se encaminan los ideales, se materializa la emoción de aque- llos jóvenes y sus formadores que –lite- ralmente- están respaldados por tantos corazones que se abren a un futuro mejor... LLEGÓ A MI VENTANA - ¡épale, qué susto me dio!- un indigente y drogadicto que resultó llamarse Luis (Güicho, pa’los
cuates); venía en su “avión” y de repente, venía un poquito más andrajoso que yo, y con evidencia que las lluvias y tormentas (lo mismo que regaderas, mangueras, pa- langanas o cubetas) le habían hecho los mandados; mascullaba su propio discurso y no tuve otra que seguir dándole el “avión”, además de ofrecerle un plátano que sería mi colación en la hora meridiana... MÁS TARDÓ EN RECIBIRLO que en partirlo por la mitad y ofrecerme una diciendo: “Mita y mita”; su generosidad fue mayor y más auténtica que la supuesta generosidad mía (¿te acuerdas de la viejita del evangelio de san Lucas 21,4?) y sus ganas de poner so- lución me sorprendieron más, pues cuando le dije que no tirara la cáscara en la calle sino que me la diera, al punto la engulló diciendo: ¡esto es pura vitamina!... ME PIDIÓ UNA MONEDA para su pasaje y al darle yo unos pesos, más bien sospecho que recibí un pasaje de aquellos que valen para cuan- do nuestro destino no se encuentra en mapas sino en el Corazón de Dios; y debo aclarar que no estoy contento con lo que yo hice, sino con lo que Güicho hizo con- migo... EN 1985 LLEGÓ el p. Sergio Román a mi parroquia de origen (yo era seminarista, Don Porfirio) y desde entonces pude com- partir con él mis anhelos y mis flaquezas, me apoyó en mi crecimiento pastoral y juntos vivimos de dulce, de chile y de manteca, juntos compartimos tareas y ministerios (Desde la Fe, Noche Santa, for- mación de ministros), y ahora que falleció
“Somos más y mejores dueños de nuestras bellas palabras y pésimos esclavos de nuestros torpes e inútiles silencios”
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19 de septiembre de 2021 17
























































































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