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domingo 29 de agosto de 2021
L’OSSERVATORE ROMANO
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Khoei, señaló que es necesario seguir refor- zando las relaciones como instituciones y personas. «Pronto viajaremos al Vaticano para que este diálogo continúe, se desarro- lle y no se detenga aquí. El mundo se en- frenta a retos comunes y estos retos no pue- den ser resueltos por ningún estado, insti- tución o persona, en solitario, sin la coordi- nación y cooperación de todos y en todo el mundo», dijo.
El encuentro interreligioso en Ur
El encuentro de Ur, en la ciudad de la que partió el Patriarca Abrahán, fue una oca- sión para rezar junto a los creyentes de otras tradiciones religiosas, en particular los mu- sulmanes, para redescubrir las razones de una convivencia entre hermanos, con el fin de reconstruir un tejido social más allá de las facciones y las etnias, y lanzar un mensa- je a Oriente Medio y al mundo entero.
Es como Abrahán, que obedece con fe y por fe continúa, incluso ante el sacrificio que Dios le pide: este es el desafío que en suelo iraquí el Papa lanzó a las religiones, a la política interior, exterior e internacional. Un nuevo pacto de Ur, concreto, para que ya no haya que decir: «hemos cerrado las puertas a la paz» (Francisco, Oración por las víctimas de Mosul, 7 de marzo). El Pon- tífice se reunió con los distintos exponentes religiosos, pidiéndoles que redescubrieran
la raíz común, se reconocieran en ella y des- de ahí volvieran a empezar.
Dios, dijo al principio de su discurso, «le pidió a Abrahán que mirara el cielo y conta- ra las estrellas (cf. Gen 15,5). En esas estre- llas vio la promesa de su descendencia, nos vio a nosotros. Y hoy nosotros, judíos, cris- tianos y musulmanes, junto con los herma- nos y las hermanas de otras religiones, ho- nramos al padre Abrahán del mismo modo que él: miramos al cielo y caminamos en la tierra».
Pensé en lo que dijo en su discurso en el Founder’s Memorial en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, cuando afirmó que las reli- giones deben ser la voz de los últimos y es- tar del lado de los pobres, vigilando «como centinelas de la fraternidad en la noche de los conflictos». Incluso en la Llanura de Ur, el Papa Bergoglio no habló de una her- mandad teórica, sino que pidió a todos que se comprometieran «para que se realice el sueño de Dios: que la familia humana sea hospitalaria y acogedora con todos sus hijos y que, mirando el mismo cielo, camine en paz en la misma tierra».
Pleno reconocimiento de la ciudadanía
Somos conscientes de la necesidad de pasar de la mera tolerancia a la convivencia fra- ternal que exige el pleno reconocimiento de la ciudadanía. La plena ciudadanía es un elemento fundamental para preservar la identidad. Por ello, es necesario trabajar con respeto y amistad por el bien común, más allá de las diferencias religiosas y de las cuestiones de mayorías y minorías.
Este es un ámbito en el que no importa cuántos seamos en una u otra comunidad: cada persona debe ser respetada en su indi- vidualidad, incluyendo claramente a quie- nes no pertenecen a ninguna tradición reli- giosa. En Irak, y en general en Oriente Me- dio, es importante recuperar la conciencia de que somos ciudadanos y creyentes y, co- mo tales, debemos construir la sociedad enriqueciéndola con los valores de nuestras respectivas tradiciones religiosas, pasando de la diversidad respetuosa a la comunión de valores compartidos, a partir de la cual podemos recrear esa convivencia que no es tolerancia sino capacidad de vivir en la di- versidad.
Francisco reafirmó los principios de igual- dad entre todos los componentes étnicos, sociales y religiosos del país basados en la ciudadanía; en este camino le acompañó el
propio Al-Sistani, que en una declaración quiso asegurar su propio compromiso para que «los ciudadanos cristianos vivan como todos los iraquíes en paz y seguridad, con todos sus derechos constitucionales». Tampoco debemos olvidar las palabras del Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Ta- yyeb, con motivo de la firma del documen- to en Abu Dabi, cuando recordó que, a pe- sar de las diferentes comunidades a las que pertenecemos, somos hermanos, por lo que los cristianos no son extranjeros.
Los grandes líderes religiosos del mundo cristiano y musulmán, por tanto, han ido más allá de una idea genérica de tolerancia y protección de las minorías, reducidas a ser sujetos débiles en sus propios países, y han tratado de combinar los derechos civiles y la libertad religiosa, la visión espiritual y la convivencia en nombre de una paz que no es formal sino practicada y vivida. «Es in- dispensable asegurar la participación de to- dos los grupos políticos, sociales y religio- sos, y garantizar los derechos fundamenta- les de todos los ciudadanos. Que ninguno sea considerado ciudadano de segunda cla- se» (Francisco, D iscurso a las autoridades, 5 de marzo).
Irak, que es sin duda el país árabe más rico desde el punto de vista étnico, religioso, cultural y lingüístico, constituye un hermo- so mosaico que hay que recomponer y ate- sorar cuidadosamente. Las diversidades le- gítimas son una riqueza y no deben perci- birse como una amenaza.
La visita del Santo Padre fue, en efecto, una oportunidad muy favorable para que, aun siendo una minoría en esta tierra, los cris- tianos no se sientan marginados, sino efec- tivamente parte de la vida de toda la Iglesia universal, y no se sientan más una minoría cerrada que lucha por sobrevivir o escapar, sino ciudadanos activos que tienen el dere- cho y el deber de contribuir al desarrollo de la sociedad.
Su presencia en suelo iraquí no sólo animó a la comunidad católica, sino que mostró la presencia real de los cristianos y la posibili- dad de convivir con creyentes de otras reli- giones.
Todas esas personas reunidas en torno al Santo Padre darán testimonio de la frater- nidad humana y de la importancia del diá- logo interreligioso.
*Cardenal presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso