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/ OPINIÓN
COLUMNA INVITADA
Por JUAN JESÚS PRIEGO
Sacerdote, periodista y escritor de la Arquidócesis de San Luis Potosí.
de ventas: las ediciones se sucedieron y llovieron los contratos de traducciones a otros idiomas. Pero, ¿y Marian, mientras tanto? Ante todo, era preciso que desapa- reciera, Optó, finalmente, no por matarla, sino por raptarla para que no pudiera en- terarse de la publicación de su novela con el nombre de otro. La raptó, escondiéndola en una finca deshabitada del extrarradio madrileño, y la drogó todo lo que pudo. La pobre muchacha se pasaba la vida dormi- da. Pero, y si guardaba ésta en alguna parte una copia de su novela, ¿qué pasaría? Tor- turándola despiadadamente le preguntó si había más copias, y la joven dijo que sí, que tres, pero que todas estaban en casa de su madre. J. buscó el domicilio de la chica y asfixió a la madre para apoderarse de las cuartillas delatoras. Mientras tanto, Marian agonizaba y moría en aquella bu- hardilla mal iluminada en la que se pudrió, ahogada en sus propios excrementos.
He aquí, a grandes rasgos, la historia de este escritor frustrado cuyo nombre nunca conoceremos, sino sólo la letra inicial de su nombre: J. Ignoro si he perdido tiempo leyéndola, pero una cosa me queda clara: que no me gustaría que mis ambiciones literarias llegaran nunca a tales extremos. “Hombre –digo en voz alta hablando con el tal J. mientras trato de conciliar el sueño-, si la novela de Marian era tan buena, ¿por qué no te limitaste a recomendarla a alguna editorial aprovechando que eras un crítico reconocido y de fama? Y si, además de eso, hubieses escrito el prólogo, la cosa habría salido redonda. Entonces te hubiera tocado a ti tu parte de gloria: una gloria de descubridor de talentos –una gloria mo- desta, en suma-, pero gloria a fin de cuen- tas. No querías brillar con luz prestada, pero así es como brilla la luna y no por eso deja de ser un astro y de estar alta en el cielo.
Me giro en la cama, enciendo la luz y me digo a mí mismo que no hay nada de humillante en reconocer la grandeza ajena. ¡Al contrario! Uno es grande en la medida en que admira lo grande, y es pequeño en la medida en que quiere hacerse grande a toda costa, así sea trepándose en los hombros de los otros... ¡Dios mío –rezo- que no sea yo tan enano que no sea capaz de reconocer la grandeza de los gigantes. Amén”.
           l escritor frustrado
@desdelafemx
opinión acerca de la novela que acaba de escribir: se trataba de unas trescientas cuartillas que J., nuestro novelista frustrado, echó a su portafolio casi a regañadientes. ¡Una opinión! ¡Como si él tuviera tiempo para perder leyendo tonterías!
“-Por favor –insistió Marian, la alumna, en tono suplicante-. Me gustaría que la leyera. Es muy importante para mí”.
Bien, la leyó algunos días más tarde. Y quedó impresionadísimo. ¿Cómo era po- sible que una jovencita de veinte años o incluso menos pudiera escribir de esa manera? ¡Ah, si él pudiera escribir una no- vela como esa! “Era la novela que todo escritor hubiera deseado escribir: caótica y desordenada –no se ceñía a los cánones perfeccionistas y decimonónicos de Henry James, desde luego, pero estaba llena de intuición y plagada de esas imágenes que se quedan grabadas en la mente del lector mucho tiempo después de haber termi- nado de leer”. Sí, se trataba de una gran novela, de una que, en cuanto fuese pu- blicada, daría mucho de qué hablar.
Un pensamiento atravesó la cabeza de J. como una nube en el cielo: ¿Y si se la apropiaba? Con un solo movimiento tomó la carpeta, se dirigió a la oficina de derechos de autor y, por el precio de unas cuantas pesetas (entonces eran todavía pesetas), la registró con su nombre. A partir de ahora, aquella novela era suya. ¡Suya! ¿Cómo pudo haber hecho semejante cosa? Bien, la hizo, y sin demasiados escrúpulos, además; y cuando Marian, en los días siguientes, le preguntaba por su obra, él adquiría poses de suficiencia, inflaba el pecho y decía con desprecio: “¿Qué novela? Ah, eso... Todavía no he tenido tiempo para leerla. A ver si esta semana le echo un vistazo”.
J. publicó entonces la novela y, como era de esperarse, tuvo ésta un gran éxito
E
s medianoche, termino de leer una novela del escritor español José Ángel Mañas titulada Soy un escritor
frustrado, y apago la luz. Aún no sé si la novela me ha gustado o no, pero mientras me giro en la cama pienso que es una historia truculenta como pocas. Trata de la vida de un crítico literario que ha soñado con escribir una novela y que sabe que jamás lo hará. Lo ha intentado ya infinidad de veces, pero como es un excelente crítico sabe perfectamente que lo que acaba pro- duciendo es siempre basura. ¿Cuándo le será dado escribir una novela que deje huella, sorprenda a lectores y editores y cause furor en el mundo entero? Nunca, nunca. Y por eso es un hombre amargado, violento, antipático y alcohólico.
Nuestro talentoso crítico enseña litera- tura o algo así en la Universidad Autónoma de Madrid y sus alumnos lo admiran sin- ceramente, pero resulta que él no puede admirarse a sí mismo porque sabe de qué pie cojea. Con su novia, Ana, es un tirano, pero no solamente con ella, sino con todos sus amigos y con cuantos tienen la des- gracia de cruzarse en su camino.
Ahora bien, ¿y por qué, si es un buen profesor –y él sabe que lo es-, desea tam- bién ser un novelista? ¡Vaya usted a saberlo! El problema es que quiere serlo y que lo intenta una y otra vez escribiendo cientos de páginas que luego echa a la papelera o a la alcantarilla. Por ejemplo, durante una noche entera escribe como un poseso, pero, a la mañana siguiente, al ver los re- sultados, da patadas al ordenador o, para curar su decepción, bebe cuantas botellas de licor encuentra a su alcance.
Pero he aquí que un día una de sus alumnas lo aborda al terminar la clase, le entrega una gruesa carpeta y le pide su
 16 29 de agosto de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx














































































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