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  LA VOZ DEL OBISPO
Por Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza
   Obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México
La oración es
una de las formas privilegiadas que Dios nos ofrece para fortalecer la comunión
con él.
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
U n autor contemporáneo de espiritualidad, Jac- ques Philippe, dice en su obra La oración, camino
de amor (Rialp, Madrid, 2014, pág. 11):
Lo que más necesita el mundo de hoy es la oración. De ahí precisamente nacerán todas las renovaciones, las cu- raciones, las transformaciones profundas y fecundas que de- seamos para nuestra sociedad. Nuestra tierra está muy enfer- ma, y solo el contacto con el cielo la podrá curar.
Con esta convicción he decidido que las sencillas colaboraciones que me corresponda ofrecer para el espacio de encuentro en Facebook-live “La voz del obispo”, durante lo que resta del año 2021, aborden algunos aspectos de la oración y su importancia en la vida cristiana.
Señalo desde ahora que las ideas que comparta en los breves “artículos” de este foro, las tomaré sustancialmente de la “Introducción a la vida de oración” que escribí para el Enchiridion precum del Seminario Conciliar de México en el año 2013, páginas 21-34.
¿QUÉ ES LA ORACIÓN?
El ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza para la comunión vital con él, experimenta de múltiples
maneras la necesidad interior de entrar en relación profunda con su Creador y Señor. La oración es una de las formas privilegiadas que Dios nos ofrece para fortalecer la comunión con él, comunión a la que el creyente ha sido ya introdu- cido por medio del bautismo.
De hecho, “La oración es una expre- sión eminente del ejercicio de las vir- tudes teologales y, por lo tanto, [...] un medio indispensable para crecer en [la] unión con Dios Uno y Trino”1.
El Catecismo de la Iglesia católica define la oración como “la relación vi- viente y personal con el Dios vivo y verdadero” 2 y como la “elevación del alma a Dios”3.
Esto significa que la oración es en- cuentro con Dios, apertura a su presen- cia y diálogo con él de tú a Tú, de amigo a Amigo; disposición para la comunión con él, escucha y acogida de su voluntad.
Por eso la oración ayuda a madurar en la amistad con Dios, pues como decía santa Teresa de Jesús, la oración es “tra- tar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”4.
La oración puede adoptar diversas formas o expresiones: adoración, ala- banza, acción de gracias, petición de misericordia, súplica o intercesión, pero es siempre comunión de amor con el Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo.
Es el Espíritu Santo quien capacita al orante para el diálogo de amor con Dios
Padre” 5. Por lo tanto, la oración es don y gracia y por eso, para madurar en ella, es preciso acoger con atención, humil- dad y agradecimiento, el don inmerecido que Dios nos hace.
Recalquemos que la humildad es la base de la oración, pues ella nos dispone para recibir gratuitamente el don de la oración.
La oración es también respuesta per- sonal, pues aunque tiene su origen en la iniciativa libre de Dios, quien mediante su Espíritu nos llama a entrar en diálogo con él, requiere de la libertad y colabo- ración del ser humano, tema que abor- daremos en nuestra siguiente colaboración.
   1 M. BELDA PLANS, Guiados por el Espíritu de Dios, 301. 2 Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2558. 3 Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2559.
4 S. TERESA DE JESÚS, Libro de la vida, 8. 5 M. COSTA, “La dimensione cristologica, pneumatologica, trinitaria ed ecclesiologica della preghiera” en: Enciclopedia della preghiera, 206.
 2 8 de agosto de 2021 desdelafemx
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