Page 2 - Impreso
P. 2

  LA VOZ DEL OBISPO
Por Mons. Salvador González Morales
   Arzobispo de la Arquidiócesis Primada de México
No podemos hacer la Iglesia, sino debemos ser Iglesia. El vínculo de comunión con María nos lleva
a ser Iglesia.
NUESTRA MADRE MARÍA, NUESTRA MADRE CLA IGLESIA, NUESTRA MATERNIDAD.
omo no hablar en este mes permanecerá en el tabernáculo de la fe nacimiento de Cristo en Belén y la Igle-
y durante estos días del gran regalo que los seres huma- nos tenemos cuando Dios
nos ha procurado una madre, claro en el fondo porque Él , Nuestro Creador, ha que- rido mostrarnos su amor cercano y con- creto por medio de una mujer que abriéndose a la vida, participa de un modo singular en la llegada de cada uno de no- sotros a este mundo. Cuantas cosas no podríamos decir sobre este ser extraordi- nario que es nuestra Mamá, nos faltaría espacio y tinta para hacerlo, sin embargo, yo quisiera con el pretexto de estos días hablar de María, la Iglesia y nuestras almas.
Seguramente muchos de nosotros sa- bemos que en la Mariología contempo- ránea (reflexión teológica sobre la Virgen María), la Virgen María y la Iglesia están estrechamente relacionadas; entendién- dolas como Mujer, Esposa y Madre. Qui- siera ahora referirme al texto donde encontramos el núcleo de la mariología del Papa Francisco, creo que es muy rico e interesante:
“La íntima conexión entre María, la Iglesia y cada fiel, en cuanto que de di- versas maneras engendran a Cristo, ha sido bellamente expresada por el beato Isaac de Stella: «En las Escrituras divina- mente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la Virgen María [...] También se puede decir que cada al- ma fiel es esposa del Verbo de Dios, Ma- dre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda [...] Cristo permaneció nueve meses en el seno de María;
de la Iglesia hasta la consumación de sia para el renacimiento de los cristia- los siglos y en el conocimiento y en el nos en el Bautismo. Ni María ni la Iglesia amor del alma fiel por los siglos de los dan a luz a Cristo totalmente solas, ni siglos»” (Evangelii gaudium 285). son independientes entre sí, sino que
Y es que la Iglesia es mujer, es madre; está viva. La visión mariana de la Iglesia contrasta de la manera más fuerte y de- cisiva con un concepto de Iglesia mera- mente organizativa y burocrática. No podemos hacer la Iglesia, sino debemos ser Iglesia. El vínculo de comunión con María nos lleva a ser Iglesia.
Un texto del Documento de Apareci- da nos puede ayudar a profundizar nuestras expresiones:
“Como en la familia humana, la Igle- sia-familia se genera en torno a una madre, quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar. María, Madre de la Iglesia, además de modelo y paradig- ma de humanidad, es artífice de comu- nión. Uno de los eventos fundamentales de la Iglesia es cuando el “sí” brotó de María. Ella atrae multitudes a la comu- nión con Jesús y su Iglesia, como expe- rimentamos a menudo en los santuarios marianos. Por eso la Iglesia, como la Virgen María, es madre”(268).
Volvemos al fragmento de Evangelii Gaudium, pues es a su vez una cita del beato Isaac de Stella (Sermón 51:PL 194, 1863.1865), autor medieval que contem- pla unidas estas tres realidades: María, la Iglesia y el alma humana. Tanto María como la Iglesia son virgen y madre, con- ciben del mismo Espíritu y dan a luz al mismo Hijo. María da a luz la cabeza y la Iglesia da a luz a los miembros; María da a luz sin pecado y la Iglesia da a luz en la remisión de los pecados; María concibe del Espíritu Santo para el
están y actúan unidas. Se puede decir que la Iglesia da a luz a los cristianos con la colaboración de María, la Madre de Jesús. Para esta tradición nos conver- timos en madres y vírgenes de Cristo con María porque en ella se da la uni- dad entre ser Virgen y ser Madre. Por eso no sólo hay que imitarla, sino estar unidos a ella. María es principio de esa unión porque ella y la Iglesia tienen la misión de amar a Cristo como virgen y darlo a luz como madre.
“También cada alma fiel puede ser entendida con razón, en su modo pecu- liar, como esposa del Verbo de Dios, co- mo madre, hija y hermana de Cristo, como virgen y fecunda”(Ibid). Lo que afirma el beato Isaac es que nosotros los fieles somos llamados en la Iglesia a ser madres de Cristo, al concebirlo en nuestros corazones, en nuestras almas, y ser, también, vírgenes de Cristo, mani- festándole nuestro amor fiel y adhesión total. Para los Padres y Doctores de la Iglesia la virginidad consiste en guardar la integridad de la fe, y la maternidad es la fecundidad en la fe.
La bendición de la maternidad por la que hemos llegado a este mundo se convierte en una nueva bendición para nuestra fe como hijos de María, hijos de la Iglesia, y madres de Cristo nacido en nuestros corazones y entregado a nues- tro mundo.
  2 9 de mayo de 2021 desdelafemx desdelafe.oficial desdelafe DesdelaFeOficial www.desdelafe.mx















































































   1   2   3   4   5