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 domingo 25 de julio de 2021
L’OSSERVATORE ROMANO
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 cristiana a vivir la crisis de la pandemia con valor y esperanza. Dios nunca nos abandona y podemos convertirnos en un signo de su misericordia si sabemos incli- narnos hacia la pobreza de nuestro tiem- po: hacia los jóvenes que no encuentran trabajo, los llamados Neet, los que sufren depresión, los que están desmotivados, los que están atascados en la vida, los que han dejado de soñar con un mundo nue- vo. Es triste, porque la vocación de un jo- ven es soñar. El Siervo de Dios Giorgio La Pira afirmaba que el paro es "un des- pilfarro de fuerzas productivas"[1].
Y luego, en este momento en Italia, quie- ro hablar de una cosa grave: el paro que hace que muchos jóvenes busquen la alie- nación. Sabéis tantas cosas...Un número considerable busca el suicidio. Entonces, alienarse, salir de la vida, en un momento en que no estamos en el verano de la vida demográfica italiana; ¡estamos en el in- vierno! Nos falta gente joven y por eso los jóvenes no pueden darse el lujo de no en- trar en este trabajo. La edad media en Ita- lia es de 47 años. Sí, sois viejos. No tenéis futuro. “Pero, ¿cómo voy a tener hijos si no tengo trabajo?”, “Yo, mujer, ¿cómo voy a tener hijos, si en cuanto el jefe de la oficina me ve la barriga, me echa, hasta el punto de que mi barriga se ha convertido en una vergüenza?”. ¡Es todo de otra ma- nera! Hay que reaccionar contra esto. Que los jóvenes empiecen a soñar, a ser padres, a tener hijos. Y para eso, que ten- gan trabajo. El trabajo es, de alguna for- ma, una garantía de este futuro.
Además, es el momento de habitar en lo social, en el trabajo y la política sin miedo a ensuciarse las manos. Podéis ayudar a abrir las puertas y ventanas de las parro- quias, para que los problemas de la gente entren cada vez más en el corazón de las comunidades.
Y no tengáis miedo de habitar también en los conflictos. Los encontramos en el mundo, pero también a nivel eclesial y so- cial. Necesitamos la paciencia de transfor- marlos en la capacidad de escuchar, de re- conocer a los demás, de crecer juntos. Las tensiones y los conflictos forman parte de la vida, pero sabemos que su «resolución en un plano superior» (Evangelii Gaudium, 228) es un signo de que hemos puesto la mirada más allá de nuestros intereses par- ticulares para salir de las arenas movedi- zas de la enemistad social.
El tercer verbo es apasionarse, y esto está de moda en todas partes: la enemistad so- cial y no la amistad social a la que todos estamos llamados. El tercer verbo, quizás, es el más juvenil de los cuatro: apasionar- se. Hay un estilo que marca la diferencia: la pasión por Jesucristo y por su Evange- lio. Y eso se nota en el “más” que ponéis en acompañar a otros jóvenes para que to- men su vida en sus manos, para que se apasionen por su futuro, para que tengan competencias adecuadas para el trabajo. Que el Proyecto Policoro esté siempre al servicio de los rostros concretos, de la vi- da de las personas, especialmente de los pobres y de los últimos de nuestra socie- dad. Como escribí en la Exhortación Apostólica Christus Vivit, «quiero recordar cuál es la gran pregunta: Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntán- donos: “Pero, ¿quién soy yo?”. Y tú pue- des preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pre- gúntate: “¿Para quién soy yo?”. Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti mu- chas cualidades, inclinaciones, dones y ca- rismas que no son para ti, sino para otros» (n. 286). En este sentido, puedes preguntarte: ¿Por quién me apasiono? En primer lugar: ¿me apasiono? Y entonces: ¿por quién me apasiono? ¿Qué ama mi corazón? ¿Esta vida tiene amplitud de mi- ras? Y no prisionera de las cosas peque- ñas, de las cositas ¿A qué me entrego? No hemos sido creados para hacer carrera, si- no para crecer en comunión con el Crea- dor y con las criaturas; para hacerlas cre- cer.
Y aquí hay que reiterar que uno se apasio- na cuando cuida su vida interior, si no descuida la espiritualidad, si estudia, si conoce a fondo la doctrina social de la Iglesia y si se esfuerza por trasladarla a las situaciones concretas. No tengáis miedo de prestaros, aunque sea gratuitamente, para animar la vida de los descartados. Id a las periferias para encontrar a los des- cartados. ¿Qué es lo contrario de la pa- sión? Como nos recuerda D on Milani: «¡No veremos florecer a los santos hasta que no hayamos construido jóvenes que vibren de dolor y de fe pensando en la in- justicia social!»[2]. Y yo os pregunto: ¿vi- bráis de dolor y de fe ante tantas injusti- cias sociales, la explotación, la falta de trabajo, el descarte de los ancianos? Apa-
sionarse es vibrar por esto.
El cuarto y último verbo es acompañar. El Proyecto Policoro es una red de relaciones humanas y eclesiales: muchas personas se comprometen a acompañaros, vuestras diócesis os miran con esperanza, y cada uno de vosotros es capaz de convertirse en acompañante de todos los jóvenes que en- contréis en el camino. Vuestra presencia en el territorio se vuelve así el signo de una Iglesia que sabe tomar de la mano. Y este es el estilo de Cristo hacia los discí- pulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35), que esta- ban resignados, desanimados y cerrados por lo que había pasado en Jerusalén. Je- sús les deja expresar su decepción, pero también les ayuda a releer todo a partir de la Pascua.
Así meditaba el obispo Tonino Bello: "Es necesario emprender un viaje por el cami- no Jerusalén-Jericó. Es el eje en el que la fe se interseca con la historia, y la espe- ranza se cruza con la desesperación, y la caridad se tropieza con los frutos de la violencia"[3]. La fe nos dice que una crisis puede ser un pasaje de crecimiento. Voso- tros sabéis que de una crisis nunca saldre- mos igual. El Espíritu de Cristo resucita- do anima la esperanza de salir de ella, que se convierte en ayuda para que las perso- nas se levanten, vuelvan a caminar, vuel- van a soñar y se comprometan en la vida, en la familia, en la Iglesia y en la socie- dad. O salimos juntos o no podemos salir. Nos quedaremos en el laberinto de la cri- sis.
Queridos jóvenes, en la escuela del magis- terio social de la Iglesia, sois ya signos de esperanza. Que vuestra presencia en las diócesis ayude a todos a comprender que la evangelización pasa también por el cui- dado del trabajo. Que los 25 años del Pro- yecto Policoro sean un nuevo punto de partida. Os animo a «soñar juntos» (Carta Encíclica, Fratelli tutti, 8) por el bien de la Iglesia en Italia. Y os animo a que hagáis ruido. Los jóvenes deben hacer ruido. Os acompaño con mi oración. Invoco sobre vuestras familias y comunidades la bendi- ción del Señor. Y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Gracias. [1] L’attesa della povera gente, LEF, Floren- cia 1978, 20.
[2] Esperienze pastorali, LEF, Florencia 1957, 241.
[3] Carità con viscere di misericordia, EMP, Padua 2009, 32.




















































































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