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COLUMNA

Ángelus Dominical

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ALGUIEN AFIRMARÁ QUE me adelanté o que soy muy previsor, que tal vez no tengo otra cosa qué hacer o que si mi calendario está mal, que así no es la tradición o que si nada más es para llamar la atención; la verdad es que lo hice con toda conciencia e intención, con las […]

25 noviembre, 2018

ALGUIEN AFIRMARÁ QUE me adelanté o que soy muy previsor, que tal vez no tengo otra cosa qué hacer o que si mi calendario está mal, que así no es la tradición o que si nada más es para llamar la atención; la verdad es que lo hice con toda conciencia e intención, con las ganas debidas y la emoción sobrada, con un propósito claro aunque sin hacer ninguna consulta pública, en la certeza de que a nadie molesto y que no provocaré escozor ni división alguna: les quiero decir que ¡ya puse mi Nacimiento!… SÉ QUE EN EL VATICANO lo colocan casi en vísperas de la Navidad (pero yo no vivo en el Vaticano), y que las posadas comienzan hasta el 16 de diciembre (son apenas nueve días y se pasan rapidísimo), y que muchas familias mexicanas lo colocan pasando la fiesta de la Virgen de Guadalupe (nada me estorba ponerlo antes), y que el Adviento inicia hasta el 2 de diciembre (y esta ocasión prácticamente sólo serán tres semanas) y que ni siquiera ha llegado diciembre (pero ya casi llega), y yo: ¡ya puse mi Nacimiento!… LEJOS DE MÍ QUERER hacer competencia a tantos comercios que ya llenaron sus aparadores de motivos “decembrinos” más que navideños, que ya están repletos de santocloses y no del portal de Belén, que tienen la intención de vender miles y miles de chunches disfrazados de regalos y no de poner su atención en la “Luz que brilla en las tinieblas” (Jn 1, 5); lejos de mí hacerle el coro a Santa Claus is coming to town, más bien –y desde ahora- quiero cantar Gloria in excelsis Deo, por eso: ¡ya puse mi Nacimiento!… ESTAMOS JUSTO A UN MES de llegar a la Noche Buena y de celebrar el Nacimiento de Jesús y, si nos vamos en la máquina del tiempo 2-mil-18 años atrás, pues acompañaríamos a María en el octavo mes de su embarazo, estaríamos viendo cómo José realiza los preparativos del viaje que debe hacer hasta Belén (eso de disponer el burro desde semanas previas no es como pedir un “Uber”); y porque quiero estar cerca -y mucho muy cerca- de la expectativa y la zozobra, porque quiero vivir la emoción y la esperanza, porque quiero escuchar su corazón y que ellos escuchen el mío, por eso ¡ya puse mi Nacimiento!… LOS ADORNOS Y LA DECORACIÓN tienen su gracia y encanto, nos disponen a un ambiente, nos hablan a los ojos y nos llenan de color y fantasía (mis hermanos ciegos no tienen esa posibilidad); la música y los villancicos propios de estos días nos alegran el alma y nos endulzan el oído, nos hablan de calidez y hospitalidad (mis hermanos sordos no saben de esta fuente de belleza); y yo he querido disponerme ante una fuente de ternura y valentía, de obediencia a Dios y de cercanía a nuestra más sencilla humanidad, por eso ¡ya puse mi Nacimiento!… EN VERDAD YO LLEGO a molestarme con tales o cuales afirmaciones de demagogos y merolicos que amenazan con “democratizar a las familias” (¿verdad que Erodes dijo una cosa y su intención era otra?, sí, y escribí su nombre sin “hache” para que entienda lo que es vivir con faltas, aunque sean de ortografía); también molesta que hablen de inclusión y tolerancia ante cámaras y micrófonos, y detrás de bambalinas rechacen a emigrantes y olviden a los ancianos por ser pobres y estorbosos (¿verdad que a José y María no les quisieron dar posada?); y como para no perder de vista el centro de la Navidad es que ¡ya puse mi Nacimiento!… DE MANERA MUY SENCILLA, sin más adornos ni distractores, coloqué el portal y ahí las imágenes del burro y el buey, un pastor y tres ovejas, los magos de oriente y sus monturas; nada de árbol ni campanitas, nada de esferas ni moños ñoños, nada de “colguijes” ni baratijas; eso sí: con José, con María y con Jesús recién nacido, en pañales y como centro in-con-fun-di-ble; lo digo con toda claridad: ¡ya puse mi Nacimiento!… HOY MISMO, ANTES DE DORMIR -a 30 días de la Navidad y para empezar mi adviento ante la representación de aquel acontecimiento-, apagaré la luz y cerraré los ojos, no pondré otra música sino el sonido de mi corazón, y me acercaré de este modo a muchos ciegos y sordos, y formularé una oración sencilla y discreta ante la familia de Nazaret por todos los lectores de esta columna, al fin y al cabo ¡ya puse mi Nacimiento!…






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