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COLUMNA

Ángelus Dominical

Ángelus dominical: Una vaciedad que se parece al infierno

El pequeño problema que arrastramos es que cuando escuchamos la palabra 'infierno' solo pensamos en el diablo.

11 abril, 2021
Ángelus dominical: Una vaciedad que se parece al infierno
Angelus Dominical.

YA CORRIÓ Y ACABÓ la primer semana de Pascua y para este servidor fue una semana excepcional gracias a pequeñeces que ocurren siempre, pero que vistas y vividas con la luz de Cristo Resucitado, sencillamente adquieren color y forma, dimensión y peso de eternidad: ayer por la tarde llovió -como siempre llueve- pero me alegró el alma porque vuelvo a ver la mano misericordiosa de Dios que hace llover sobre buenos y malos (Mt 5,45)…

ES PROBABLE QUE la semana que ya acabó no hayas hecho algo super-recontra-archi-requete-especial (en efecto, solo una vez se descubrió América y solo una vez se pisó por primera vez la Luna), pero también es cierto que si no pones atención y cuidado a lo cotidiano y habitual, acabarás por amarrarte a una rutina que se va vaciando de sentido y termina por ahorcarte en una vaciedad que se parece al fondo del infierno…

SAMUEL ME PLANTEÓ una pregunta de profundo sentido teológico (Samuel tiene apenas doce años de edad), y Samuel arqueó las cejas para dar lugar a que los ojos cupieran en su rostro invadido por la sorpresa y la alegría de una verdad que es consecuencia de la Resurrección de Jesús: “Padre, ¿por qué decimos en el credo que Jesús bajó a los infiernos?…

LA MAMÁ DE SAMUEL -buena catequista de su hijo- también sonrió de gusto al constatar que el Salvador del hombre y Redentor del mundo no limita su acción a los que nacen y viven después de los acontecimientos “que tuvieron lugar Jerusalén” (Lc 24,18), sino que abarca a todos los que vivieron desde la creación del mundo y que esperaban la acción del Redentor…

EL PEQUEÑO PROBLEMA que arrastramos los que vemos películas de endiablados y zombies y otras parecidas, es que cuando escuchamos la palabra “infierno” solo pensamos en el diablo y en su lugar propio que fue pintado como un horno que arde sin pausa, con un fuego castigador que no se acaba; pero en el pensamiento de aquellos años “el lugar inferior” o “infernus” se refiere a la situación de los que habían muerto antes de Jesús y esperan con ansia al Salvador, de ahí que cuando Jesús muere y “desciende a los infiernos” afirmamos que Jesús “salva a los justos que le habían precedido” como hermosamente dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 637…

ASÍ QUE EL PEQUEÑO Samuel se volvió a dar cuenta que cuando decimos que Jesús Resucitó y venció al pecado y a la muerte, lo decimos en serio, lo afirmamos con gozo, lo proclamamos como parte central de nuestra fe, y ahí mismo alentamos la esperanza cifrada en las palabras del apóstol San Pablo: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad (1Tim 2,4)…

HAY MUCHOS BAUTIZADOS que se solazan y regodean hablando del diablo y de las penas del infierno, se placen y refocilan enviando -¡hasta allá!- a pecadores a destajo, a impenitentes empedernidos como si eso fuera deporte, tal parece que tienen comisión y hasta prisa por llenar el infierno en la ilusión de que cuando ellos lleguen ya no quepan y entonces queden fuera, no por su bondad ni por misericordia de Dios, sino por cupo lleno…

SIN DUDA QUE DIOS a nadie obliga a que le ame y le sirva, a nadie niega su amor y su misericordia, a nadie ha creado para condenarlo irremediablemente; por eso me causa hasta pánico que cualquier simple mortal como tú o como yo, se dedique a llevar carretadas de escuálidos e ímprobos mortales a las penas del Averno…

EL GRAN POETA y teólogo (así me gusta llamarlo ) de nombre Dante Alighieri nos dejó un tesoro precioso en su obra cumbre -La Divina Comedia- pero de ahí a que sus numerosas alegorías (referidas al infierno, al purgatorio o al cielo) las queramos tomar como neta realidad realísima (¡ah, caramba!) pues no; y que a nadie se le ocurra afirmar que ya están por descubrir las ruinas de los molinos de viento contra los que peleó el insigne Caballero de la Mancha…

TE RECUERDO QUE tienes -desde el día de tu bautismo- la gran tarea de acercar a muchos, a tantos, a todos los que puedas, a la infinita misericordia de Jesús, Salvador del hombre; y en tal misión no importa ni el tiempo, ni el lugar, ni vínculo o conocimiento directo de qué cosa…



TERESA DE LISIEUX se enteró que iban a llevar a la guillotina a Henri Pranzini -criminal abominable para la justicia humana, pero hijo amado de Dios Misericordioso- y entonces se pone en oración y ruega y ruega y ruega y ruega y ruega (¡eso sí es rogar!) por aquel desgraciado, y llegado el momento se entera por el periódico que antes de morir ajusticiado aquel hombre fue capaz de besar el crucifijo que le presentaron, señal indudable de su arrepentimiento ante Dios Bueno y Misericordioso…

DEDÍCATE CON ESMERO a buscar que otros lleguen al cielo, a la presencia de Dios, a su conocimiento y servicio, pero no por la mezquina intención de creerte bueno, sino con la convicción absoluta de que Jesús “bajó a los infiernos” -por los justos- y “subió a los cielos” -con todos los redimidos-; en una de esas hasta nos andamos colando al cielo como el ladrón arrepentido: ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino! (Lc 23,42)…

 

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El padre Eduardo Lozano es sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México. 

 

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