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¿Dios perdona todos mis pecados en la confesión?

14 octubre, 2020
¿Dios perdona todos mis pecados en la confesión?
Para una buena confesión se necesita un examen de conciencia y dolor por los pecados cometidos. Foto: amorsanto/ Cathopic

Últimamente me han preguntado ¿Dios perdona todos mis pecados? ¡Es que soy muy pecador! Anteriormente y de diversas maneras me han hecho la misma pregunta: ¿se pueden salvar los asesinos, los violadores, los abortistas, los ladrones, los corruptos, etc?

La respuesta es “SÍ”, todos se pueden salvar si se arrepienten y se convierten de corazón a Dios, si corrigen y enmiendan su vida, si reparan el daño cometido.

Dice con claridad y fuerza la Escritura: Dios quiere la salvación de todos y que nadie se pierda. Lo hemos oído y repetido muchas veces, tal vez se ha quedado en el inconsciente la invitación de Jesús a una autentica conversión, “yo he venido por los pecadores, para que se salven y no pierdan su vida”.

Hay muchos pasajes en el Evangelio, por mencionar uno, Zaqueo (Lc 19 1-10). Zaqueo era un publicano, no solo publicano, sino jefe de publicanos. Para la mentalidad judía de la época se podría traducir como un pecador y público, como un traidor a su pueblo y como un abusivo e injusto en el cobro de impuestos a todos, de manera especial y grave a los pobres; tenía todo para ser juzgado y condenado en vida, para ser enviado directamente al infierno.

Cuando por curiosidad quiere ver a Jesús pasar, se sube a un árbol “pues era de baja estatura y el gentío  no lo dejaba verlo”. Jesús levantó la vista y se autoinvita a la casa del publicano. “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”, le dice,“y lo recibió muy contento”.

Esta acción de Jesús genera murmuraciones, ¿cómo siendo bueno y cumplidor de la Ley va a entrar en la casa de un pecador público?, no sólo entrar sino convivir y comer con él y con más pecadores. La Ley dictaba que ni hablará y menos conviviera con esa gente, tenía que Jesús, conforme a la tradición, condenar y alejarse de esa gente pecadora y de forma pública.

Zaqueo al sentirse acogido y no excluido, al no sentirse juzgado sino amado, al sentir la mirada de Jesús, mirada de amor, deja que Jesús entre en su casa y corazón, se siente tocado por el amor y brota porque ama, no por obligación, el deseo de cambiar su vida, con acciones concretas; se reconoce que ha hecho cosas malas y quiere resarcirlas.

Dios perdona y nos ofrece salvación

Jesús no obliga, nos invita a cambiar y darnos a los demás, al tocar el corazón del que quiere ser tocado. Zaqueo cambia: “Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañe a alguno, le devolveré cuatro veces más”. Por eso Jesús le dijo “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido”.

Dios perdona y quiere perdonar a todos los hombres, nos ofrece la salvación para salir del pecado y alcanzar la gracia de la Salvación. Cristo derramó su sangre en la cruz para el perdón de los pecados.



La Iglesia, somos y nos reconocemos, es de pecadores; necesitamos que el Hijo del hombre nos redima y nos restituya nuestra condición de hijos, porque nos ama, nosotros no podemos pagar por nuestros pecados. Jesús, el Hijo del Padre, nos ha comprado con su sangre y nos renueva en el amor; no por nuestros méritos, sino por su gracia”.

En otros pasajes nos advierte “ya has sido perdonado y sanado, ya no peques más –corrección-” “Ya has recuperado la vida, no vuelvas a perderla”. A la mujer adúltera “¿Quién te acusa?  Yo no, vete y no vuelvas a pecar.

La forma correcta de realizar la Confesión

Dios perdona sin límites a un corazón contrito y arrepentido, no a la fuerza; perdona al que se corrige y enmienda. El Sacramento de la Confesión es encuentro de amor, no un bote de basura.

La Iglesia, ya desde el catecismo de niños, nos dice que para una buena confesión se necesita el examen de conciencia, dolor de los pecados, arrepentimiento sincero, propósito de enmienda, una sincera confesión y que se traduzca para adelante en buenas acciones.

En esto se encuentra implícito el resarcir los daños.

Retomo la respuesta inicial a la pregunta de ¿A quiénes perdona Dios?, simplifico: Dios perdona al que se deja amar y por lo mismo perdonar, al que se corrige y se convierte, al que cambia de vida y repara los daños cometidos.

Coloquialmente: Dios perdona al que se deja perdonar, ¡porque ama y se deja amar!

 

 





Autor

Es sacerdote diocesano y director de la Dimensión de Bienes Culturales de la Arquidiócesis Primada de México. Actual párroco en la iglesia de San Pío Décimo en la Ciudad de México. 

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