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Mons. Salvador Martínez

Al retomar la lectura del Evangelio de San Marcos en el Tiempo Ordinario, estudiaremos en qué parte del ministerio de Jesús sucedieron los dos relatos sobre la observancia del Sábado. También responderemos cuál podría ser el sentido más auténtico de la observancia del sábado a la luz de los dos pasajes que leemos hoy.


Por más de tres meses, suspendimos la lectura continuada del Evangelio de San Marcos, para introducirnos en la preparación para la Pascua (Semana Santa), con el tiempo de Cuaresma. Una vez celebrada la Semana Santa continuamos con la celebración del Tiempo de Pascua, el cual concluyó a finales de mayo. Hoy retomamos la lectura continuada del Evangelio de San Marcos, y conviene darnos cuenta de que se trata de las actividades que Nuestro Señor Jesucristo realizó en la región de Galilea a la cual están dedicados los capítulos uno al siete de este evangelio.

En los tres evangelios sinópticos, se nos reporta que la primera etapa del ministerio de Nuestro Señor se realizó en Galilea. Se trata de la región más al norte de Palestina. Su límite al sur es la gran llanura de Yisreel y el límite al norte son las estribaciones del Monte Hermón. Por el Oeste, Galilea inicia en la subida a las montañas contiguas al mar Mediterráneo, y por el Este llega hasta el lago Genesareth y el río Jordán. Galilea era una región donde convivían, en tiempos de Jesús, comunidades judías observantes y comunidades de cultura griega conocidos como helenistas. El modo de ser de los judíos era más bien apartarse del trato cotidiano con los griegos y toda clase de paganos, así es que sus comunidades eran religiosamente homogéneas.



La observancia de las tradiciones religiosas en tiempos del Señor era una forma de rechazar la fuerte influencia de las culturas exitosas del momento, en particular la griega, por tanto, la observancia de los preceptos emanados de la Ley de Moisés (los cinco primeros libros de la Biblia, el Pentateuco), eran de suma importancia para las familias y las comunidades que vivían rodeados de paganos. A este respecto cabe señalar particularmente la observancia del descanso sabático.

Para los judíos del tiempo de Jesús la observancia del Sábado surgía de la misma estructura de la creación, pues en seis días creó Dios los cielos y la tierra, y el séptimo descansó. No nos detenemos aquí a la casuística que está codificada en los libros del Pentateuco, más bien vemos dos aspectos que resalta Jesús. En el primer relato, cuando los discípulos habían arrancado algunas espigas en sábado para comerlas, Jesús dijo esta frase: “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”, con esta frase el Señor da a entender que la observancia del descanso sabático no tiene un valor absoluto, sino un valor relativo a la vida del hombre, por tanto, una acción tan fundamental como lo era alimentarse estaba permitida al sábado sin quebrantar su sentido. En el segundo relato, Jesús preguntó: “¿Es lícito hacer en sábado el bien o el mal? ¿Salvar una vida o dejar que se pierda?” Con esto el Señor nuevamente relaciona el cumplimento del mandamiento con el sostenimiento de la vida o salvar a las personas de procesos de muerte como lo son las enfermedades.





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