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Casita sagrada amenazada

15 diciembre, 2022
Casita sagrada amenazada
Eduardo Hayen Cuarón
Creatividad de Publicidad

Celebramos a Santa María de Guadalupe, patrona de América, de México y de nuestra ciudad. La historia nos enseña que las apariciones de la Virgen María, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, transformaron aquel choque entre dos culturas tan diversas e irreconciliables en una nación mestiza. La labor hecha por los frailes franciscanos, dominicos y agustinos fue fundamental para la evangelización, pero el evento de gracia que hizo florecer una nueva civilización fue el acontecimiento guadalupano.

El propósito que hizo bajar del cielo a Mesoamérica a la Madre del verdadero Dios por quien se vive fue pedir que se le levantara su “casita sagrada” para mostrar a Cristo a los habitantes de esta tierra. Vino para reunir y llevar a todos los pueblos a Dios por medio de su amorosa intercesión. Construir un templo, una iglesia –casita sagrada– era construir una nueva civilización.

Un templo, para los indígenas, superaba un mero hecho religioso. La religión era tan importante para la cultura indígena que levantar un templo representaba colocar los cimientos de una sociedad. Así como la construcción del Templo de Jerusalén marcó la identidad judía y fue el símbolo de su cultura, así los aztecas construyeron su templo en los años inmediatos a su migración al Valle de México como signo de su civilización.

La encomienda de la Virgen a san Juan Diego de pedir la construcción del templo era el deseo de edificar una nueva civilización cuyo fundamento sería Jesucristo. Ella pidió construir una misma familia con raíces cristianas católicas. Han pasado casi cinco siglos y, además de su templo en el Tepeyac, se han edificado miles de templos en México con la imagen de la Virgen de Guadalupe, nuestra santa patrona.

Pero, ¿qué vemos ahora? ¿Qué fue de la “casita sagrada” que ella pidió y que con tanto esfuerzo hemos levantado durante años? La primera casita sagrada fue ella misma, que con su “hágase en mí según tu Palabra” hizo posible que el Verbo de Dios se hiciera hombre en su seno y así habitara entre nosotros. Sin embargo las leyes que hoy permiten el aborto en la capital y en varios estados de la república han profanado y violentado esa casa sagrada donde la vida debe ser acogida y custodiada.

La casa sagrada está siendo corrompida con iniciativas de ley que quitan la patria potestad a los padres de familia para entregarla al Estado mexicano. De ser aprobada por los legisladores la ley de “igualdad sustantiva”, las menores de edad podrán abortar sin el consentimiento de sus padres, los hijos podrán ejercer sus derechos sexuales y su derecho al libre desarrollo de su personalidad. En los hogares mermará la disciplina y los padres que se opongan podrían ir a la cárcel.

Si continúan avanzando las leyes para legalizar la mariguana; si se aprueban leyes de eutanasia para que los hijos puedan matar a sus padres; si avanzan leyes para desnaturalizar el matrimonio, la familia y hasta la identidad personal; entonces lo que nos queda de casita sagrada se nos convertirá en un lugar repugnante donde reinará el desorden y el caos, y donde habitarán toda clase de alimañas y aves de rapiña. El proyecto masónico y globalista es el viento que amenaza la casa.



Nuestra Señora de Guadalupe quiere construir nuestras casas y familias afianzadas en Cristo, la única roca en que ninguna casa se derrumba. Seamos embajadores, Juan Diegos comprometidos a custodiar la casa que con tanto esfuerzo se ha construido en México a la luz de la evangelización de millones de hogares católicos a lo largo de los siglos, y que ahora amenaza ruina por la violencia, el narcotráfico y leyes cada vez más permisivas, inhumanas y extrañas a nuestra cultura mexicana. El Señor nos construya la casa, y su Madre vele por nosotros, sus hijos.

 

* Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

 





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