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COLUMNA

Ángelus Dominical

¡Que nadie se espante!

Que nadie se espante imaginando que juzgo como ñoños y absurdos los festejos cualesquiera, no; lo que no me cuadra es que banalicemos los motivos de siempre

14 agosto, 2022
¡Que nadie se espante!
P. Eduardo Lozano en Ángelus Dominical

YA PUEDEN FORMARSE en larga fila los que me tilden de amargado y aguafiestas por el sencillo hecho de que no soy partidario de hacer borlote en cumpleaños y aniversarios; también pueden formarse en fila más laaaaarga los que saben que me gusta estar en pachanga y júbilo a la menor provocación, sin que haga falta pretexto o razón inflada: basta con tener ganas de seguir adelante para que yo me ponga en modo de fiesta…

LES ASEGURO QUE nunca me ha sido difícil encontrar motivos para el encuentro y gratitud, pero también les puedo jurar y perjurar que soy repelente a las diplomacias ficticias, a los halagos zalameros, a las fachadas de utilería, a los celofanes inconsistentes, a las sonrisitas hipócritas, a las felicitaciones o esquelas de compromiso, a las caravanas de lacayos, a los festejos huecos y a los regalitos de los cáeme-bien…

QUE NADIE SE ESPANTE imaginando que juzgo como ñoños y absurdos los festejos cualesquiera, no; lo que no me cuadra es que banalicemos los motivos de siempre subrayando un momento que juzgamos súper-especial por el hecho de que se cumpla un ciclo en el calendario, es decir, quiero celebrar con gusto y alegría en lo cotidiano, y no esperar a que llegue tal fecha precisa para acordarme que tengo razones para la fiesta…

HOY MISMO, POR EJEMPLO, me comeré un mole con pollo y hasta gritaré ¡viva México! sin que necesariamente sea el décimo sexto día del noveno mes; y si algún despistado me llama por teléfono y se alegra conmigo porque estamos vivos y de buen humor, tal telefonazo me sabrá a trozo de gloria capeada y bañada en almíbar de eternidad…

MAÑANA CELEBRARÉ litúrgicamente la gloriosa asunción de la Bienaventurada Virgen María a lo más alto de los cielos y te puedo asegurar que tal misterio de nuestra fe lo asumo y lo pienso y lo vivo y lo proclamo cuantas veces puedo a lo largo del año y no solo el 15 de agosto…

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INVITÉ A DESAYUNAR a Vladimir sin decirle que yo estaba cumpliendo años; ciertamente llegaría con un regalo de compromiso y hasta se hubiera engalanado como sabe hacerlo para ocasiones especiales, pero llegó con la respetuosa informalidad de quien no busca echar pleito con nadie y preguntaba una y otra vez que cuál era el motivo de la invitación, y una vez que lo supo hasta tomó confianza y se acomodó para quedarse a la comida –sin ser invitado- y me alegró mucho verlo feliz y contento…

LE LLEVÉ FLORES a mi cuñada y rápido me dijo que no era su cumpleaños y que por qué motivo le llevaba flores; sencillamente le dije que era por el gusto de que las viera ahora que podía verlas, porque el día que se muera simplemente ya no las verá y que ni piense que se las llevaré; como muchos suelen decir: en vida, hermano, en vida…



NO SÉ QUÉ PENSAR (y mejor ni hago el esfuerzo de pensar) cuando para las intenciones de la Santa Misa alguien me dice con toda su ternura: “Padre, pida a Dios por mi difunto porque hoy cumpliría 94 años”; yo le pregunto que cuándo murió y me responde: “Hace 34 años”; mi imaginación me juega chueco y llego a la conclusión que dentro de 50 años tal persona cumpliría 144 y así sucesivamente…

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EN EL AMBIENTE PARROQUIAL ya estamos pensando en la fiesta patronal –en octubre-, pero les estoy insistiendo que la fiesta no consiste en la comedera y en la bebedera, que será fiesta porque nos encontremos en gratitud y esperanza, que será fiesta no porque vengan los mariachis y nos empalaguemos con sinfín de adornos que terminan en la basura, ni porque gastemos y gastemos y gastemos queriendo darle gusto a cuántos, ¡no!; será fiesta porque nos seguimos encontrando en lo cotidiano y lo ordinario con ganas de seguir adelante a pesar de todo…

TEN EN CUENTA –y muy seriamente- lo siguiente: para quien abre su corazón a las enseñanzas de Jesús, la fiesta terrenal –cualquiera- debe ser un anticipo de la fiesta del cielo –que no es cualquiera- y que yo sepa en el cielo no hay ni confetis ni gorritos ni pasteles amerengados al infinito; la fiesta del cielo es encuentro y cercanía, es gozo con la persona amada, es apertura y participación con el que necesita sentirse amado y aceptado, es abrir el corazón para que entre quien quiera entrar…

VUELVE A TENER en cuenta que con el Corazón abierto del Redentor ha comenzado ya la fiesta que no se acaba y que no necesita del calendario, que ha iniciado ya el festín de las bodas eternas a donde todos estamos invitados, que en el Corazón traspasado de Jesús tenemos modelo para hacer que nuestras fiestas humanas se vayan haciendo cada vez más celestiales…

“Que yo sepa, en el cielo no hay confetis ni gorritos ni pasteles amerengados al infinito; la fiesta del cielo es encuentro”. La pobreza franciscana no es para gastar menos, sino para no aferrarse a lo pasajero y a lo caduco”.

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